lunes, 20 de febrero de 2012

Tiempo de bufones

La diferencia entre el Clown y el bufón es que el clown está solo en tanto que el bufón forma parte de una banda, también es que nosotros nos reímos del Clown en tanto que el bufón se ríe de nosotros.
La base de la bufonada es la burla llevada hasta la parodia. Los bufones se divierten en reproducir la vida de los hombres a través de juegos y de "locuras". La palabra no es directamente ofensiva hacia el público; no está la voluntad deliberada de burlarse de él, la relación, el vínculo es de otro orden.

Los bufones vienen de otro mundo, están ligados a la verticalidad del misterio, forman parte de la relación del cielo y de la tierra de la cual invierten los valores, escupen en el cielo e invocan lo terreno; en este sentido están en el mismo espacio que la tragedia, se cruzan sobre la misma verticalidad.

Los bufones están organizados jerárquicamente y viven en una sociedad perfecta, sin conflictos, en donde cada uno encuentra su lugar exacto, una imagen ideal de la nuestra. Está el que pega y el que recibe, el que tiene la palabra es llevado por la mano de otro que no la tiene, sin revolución ni cuestionario alguno. Son educados y se ayudan entre ellos. ¿Por qué esta perfección? Porque no son como nosotros. La imaginación del misterio les da otro cuerpo que les permite crear una distancia entre ellos y nosotros, salir a la calle y bordearnos siguiendo fieles a sí mismos y nosotros también.

Cada país tiene, en lo más profundo de su cultura, una fuente bufonesca que reaparece en el trabajo de los bufones: América Latina aporta los pájaros mágicos, los Ingleses, las brujas nocturnas de Shakespeare; los Franceses, los alimentos y la cocina de Rabelais; los Alemanes los mitos de Lorelei; Los Suecos los pequeños monstruos de las noches blancas.
El teatro de bufones pertenece totalmente al teatro de imagen. Los gestos están transportados y encuentran su organización a través del vestuario que los obliga a hacer ciertos movimientos hasta llegar a una acrobacia catastrófica que sería imposible de efectuar con un cuerpo normal. Así, los bufones aparecen en color, con enormes vientres, pechos gordos, compensados por traseros gordos, jorobas que empujan las articulaciones en cuerpos lineales y fugaces. Las piernas crecen dos metros o desaparecen bajo el cuerpo, una joroba al ras del suelo. También hay bufones de la belleza del diablo, elegantes, y los inocentes que protegemos.

El pueblo de los bufones es inmenso y es imposible precisar los límites. Encontramos como un eco, las pinturas de J.Bosch, Aristófanes, Shakespeare, UBU, las gárgolas de las catedrales del Medioevo, los bufones del Rey y los bebés enormes de cuarenta años. Los bufones pertenecen a la locura, a esa locura necesaria para mejor salvar la verdad. Se acepta de un loco lo que no se acepta de una persona dicha normal. Se lo puede excusar cuando diga palabras degradantes pero se lo escucha, como el rey escucha a su loco.
Tantos ejemplos que la imaginación florece en los espectáculos de bufones.

Muy diferentes entre sí, se reúnen con los temas que les conciernen. Ellos van a representar delante nuestro, de manera heterogénea, como un desfile, nuestras propias locuras. Juegan con nuestra sociedad, los temas del poder, de la ciencia, de la religión, en "locuras" organizadas siguiendo reglas precisas, donde el más débil dirige a los otros y declara la guerra porque se aburre.

Así, los bufones denuncian, y al mismo tiempo proponen el espacio trágico. Es por esto que en mi escuela, en los espectáculos de bufón, yo hago decir los grandes textos poéticos. En el momento más favorable, en el máximo de intensidad, uno de los bufones toma la palabra y dice, sin parodiar grandes textos poéticos: la Biblia Artaud, San Juan, T.S. Elliot, Rimbeau, Shakespeare... Los bufones permiten que se los oiga mejor que en una noche de gala poética en vestuarios serios. El ritmo, la danza, martillan el suelo y los instrumentos de percusión marcan el tiempo en los rituales que preparan el acontecimiento.

Tiempo de bufones, Jacques Lecoq
Traducción Cristina Moreira

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